Una mañana...



...en que el sol se quedó dormido y apenas se puede ver su luz por entre las sábanas de nubes. Entre estirones y bostezos creo que se dió media vuelta para seguir durmiendo, como buen ariqueño. Como antiguo ciudadano de estos lares está fielmente coludido con los habitantes del interior que por levantarse muy temprano a trabajar, pasado el mediodía hacen reposar el cuerpo de tanto esfuerzo con una merecida siesta. Claro que la simbiosis entre esos genes sociales y las de los sureños, que alucinados con el clima cálido carreteaban hasta el amanecer y se levantaban después de la primera misa cómo si todos los días fuesen domingo; dió lugar a una contumaz estirpe remolona de comerciante que bien sería feliz si los clientes los fuesen a levantar, les invitaran un cortado en esas cafeterías que más parecen oficinas de una conspícua parte de la población local, apoltronada y satisfecha de haber convencido al resto de lo urgente de sus deberes.

Si hasta los garzones parecen junior de oficina, con sus uniformes púlcramente planchados y su sentencia perpétua de levantarse temprano para atender las mesas de este sagrado lugar de reunión, sin el cual se desmadraría el engranaje perfecto de la cotidianeidad ariqueña.

¿Qué sería de nuestra bienamada "ciudad de la eterna quejadera" sin estos altares de gentil "des-sabanado"?, ¿a dónde irían nuestros ilustres ciudadanos a despercudirse la modorra luego de salir de su casa convenciendo a cónyuges e hijos que sí venían a trabajar?; El mejor ejemplo para un hijo es un padre abnegado que sale temprano de su casa para traer el pan a la mesa, dicen algunos extraviados...

Aquí todo tiene un ritual, la mañana es esa nube borrosa en que se mueven miles de seres con sus neuronas dormidas hasta pasadas las 11, hora prudente para ir a abrir los negocios, para retornar a las oficinas públicas; para comenzar a luchar contra otro duro día laboral.

Después del almuerzo de las dos de la tarde, ya que por lo menos hay vergüenza para alargar "la mañana", se termina conversando con otro cafecito y de ahí a la capear el sueño que produce el calor pegajoso del ambiente. Los más a la siesta de dos horas, otros a siesta y ducha para partir el día en dos y algunos estoicos, aguantan como pueden en la pega sin bostezar.

Ya en la tarde, esta tarde desfasada, aparecen unos pagos, unos papeles, unos informes que los duendes habían hecho invisibles en la mañana. Entre la bruma pegajosa comenzamos a quejaenos de los trámites, de los clientes que tenemos esperando con paciencia de ariqueño por la entrega que dijimos estaría al otro día. Nos molesta que el cliente llame, que el jefe se acuerde de mandarnos; que todo tenga que ser tan difícil. ¡Por la cresta que cuesta ganarse la vida!

Otra vez nos tendremos que quedar hasta tarde, para hacer la plata que nos falta, para terminar los trabajos pendientes. Estamos "trabajando demasiadas horas"

Así se nos pasa el día y de pronto, entre las nueve y las once estamos por fin con la familia. Hemos devorado con morbosidad de voyerista el noticiero y tarde como siempre podemos descansar nuestros sagrados huesos en el colchón. Estamos cansados pero no importa, mañana nos levantamos tarde y reponemos la falta de sueño...

Comentarios

Entradas populares