El nombre del tango

“Hoy, como cada mañana” recitaba la voz de mujer, en una de esas canciones que a uno se le pegan en los sesos como láminas del álbum de la memoria.

Hoy, igual que todas las otras mañanas, llego a la oficina con el alma dormida y el cuerpo aún escaldado por la ducha fría. Entiendo que es muy temprano cuando por la ventana sólo se ve mi auto en el estacionamiento.
A lo lejos, dos choferes con sus micros estacionadas en sentido contrario una junto a la otra, conversan quien sabe de qué reportaje de televisión, mientras sus mujeres corren para mandar a los niños desayunados al colegio y tratan de echar a andar la casa.

Alguna adolescente después de la ducha, estará de nuevo en la cama con rastros de perfume, esperando al amante que salió de su casa con la excusa de trabajar o de buscar pega y, así mientras recuperan el calor entre las sábanas, puedo imaginar que para alguno esta mañana si tuvo sentido.

Abajo, la señora contratada por el “proempleo” sigue barriendo selectivamente las basuras del estacionamiento: Un overol con cintas reflectantes y el carro de plástico gris, al tono de su indumentaria; son toda la compañía que tendrá hasta que el camión venga a recogerla y pueda trabar conversación con sus compañeras de labor.

A lo lejos y dando la vuelta a la curva, tres surfistas caminan animadamente con su tabla a cuestas, con destino a la península acariciada sin apuros por las olas.

Olas que besan como amante después de un orgasmo desesperado, ya sin prisas, disfrutando la tersura de la piel y algún pezón a la deriva entre las sábanas de esa playa suave, sin apuros y con las vergüenzas ya rendidas después del primer botón.

Hoy todo sabe a besos: Las calles, la lejana bruma y los ladridos de los perros. No hay recuerdos, sólo ansiedad por un beso clandestino y el temor que por soñarlo nunca ocurra.

Un beso como la lotería, con la que todos sueñan pero con la que nadie despierta al otro día.

Luego llegarán las gentes y romperán con sus tragedias la que ahora me embriaga, romperán de mis labios este silencio que te grita, balbucea y se desangra en su orfandad.

El silencio tiembla, a punto de estallar y tus ojos no vienen a salvar mi vida entumecida y tus labios no vienen a curar a besos estos labios destrozados de morderlos cada vez que pasas y adivinan el "no", detrás de tu suave y contundente formalidad; detrás del “hasta ahí” de tu sonrisa…

el goma ilustrado

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