No preguntes cómo estoy, háblame de cosas trascendentes.

Háblame de Ovalle, de la lluvia corriendo por las calles, provocando el cobijo y las sopaipillas
Del niño sol que aún busca al niño río en su vieja cuenca, para correr al mar siguiendo un arcoiris.

Cuéntame de la caricia invisible que cobija los brotes de lechuga, silenciosos a la sombra de los álamos.

Dime si los ciruelos aún esconden con pudorosas hojas a sus frutos adolescentes de nuestros infantiles bolsillos con sal.

Háblame del canal coronado de sauces y zarzamoras que se llevaba nuestros barcos recién doblados en hojas de papel.

¿Dónde escondiste el cuaderno terminado que inspiró palomas, aviones y barcos de vapor?

¿Dónde soltaste mi mano que ahora temo caminar?

¿Los senderos entre siembras, mantienen todavía el calor que me quemaba los piés y desafiaba a la aventura?, en esa quinta interminable donde mis ojos se hacían pequeños para abarcar el mundo de frutas y de tierra.

Dime que el sol no ha dejado de abrigar los nogales, que aún paren tesoros y los ocultan en el pasto, cerca del tibio amor de sus raíces.

¿el inmaculado tronco sigue soportando en corteza viva la eternidad de los apasionados, albergando bajo su sombra la liberación urgente del fuego contenido?

No me preguntes cómo estoy; no quieras saber de rutina y mansedumbre, de rocas y de mar, que cubierto de bruma enfría mis recuerdos de otros amores.
Saltos al vacío sin destino, pasiones que valían una vida; se quedaron en la ladera de un cerro, custodiando el valle por si un día pasan otros adolescentes. Para contagiarles la locura en las entrañas. Esas donde aún guardo tu nombre, cubierto de razones para que no lo alcance el tiempo. En un lugar insospechable a la vista de los caminantes, para que nadie adivine que mi alegría vale una caricia de tu voz.

el goma ilustrado

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