11 de marzo, 2014

Entre la falta de firma porque aún no se nombra el nuevo jefe y un dolor de cabeza producto del resfrío; trato de volver a escribir este blog abandonado entre el volumen de trabajo asumido y la vigilancia de los inquisidores del jefe (esos que nunca fueron momios y que siendo concertacionistas de marchas y banderas, el 2010 se dieron la vuelta en aire para hacer carne el refrán de "no hay peor cuña que la del mismo palo".

El cambio de mando ha sido una aventura de realismo mágico, como en "El Otoño del Patriarca". Los que vivimos desde dentro del servicio público el paso de la administración empresarial, siendo concertacionistas reconocidos y arrinconados (por no darnos vuelta la chaqueta); hoy mirábamos con un poco de la incredulidad de los ciudadanos del libro de García Márquez la partida de los administradores amigos del mercadeo.

Tirados quedaron los cuadernos con propaganda que proliferaron en el último año, los libros con su programa de trabajo para diez o quince años, en papel couché de alto gramaje, los mapas apresurados, los pendones de última hora y todos aquellos gastos que agotaron el presupuesto institucional del primer año del gobierno que les ganó la elección.

Ahora los inquisidores del jefe saliente están mejor posicionados que nosotros, para seguir escalando en su indigna carrera. Con la libertad que les dió ser "de confianza", fueron los primeros en ofrecerse para los cargos de la campaña opositora, los mismos que denunciaron "persecución política del gobierno" (sí, de ese mismo gobierno que los dejó inventarse cargos y funciones, mejorarse grados, etc.)

Créanme que no los envidio. Prefiero ser tonto, porfiado y pobre, antes de que me apunten en la calle por "care raja". Como bien decían los perros chicos de la dictadura "en este mundo el vivo vive del tonto y el tonto, de su trabajo"

Y los apitutados de última hora, son capítulo aparte: Entre un antiguo y un nuevo funcionario, con mismo título, de la misma institución y similares calificaciones; existen seis grados de diferencia y el doble de sueldo, por hacer un tercio de la pega del primero.

Ahí aparecieron los proyectos de transformar la institucionalidad, con ley de por medio (financiada) para agregar funciones profesionales en las oficinas. Lo que a simple vista es un avance muy loable, pero que al preguntar un poco muestra dos detalles:

Primero, se habla de contratar profesionales (con la plata de todos los chilenos, según criticaban en su campaña del 2009) con sueldos millonarios, para proyectos que se implementarían en dos años más y mientras tanto "un par de millones mensuales al bolsillo del sobrino o el ahijado" y

Segundo, la guinda de la torta: La encargada de difundir el proyecto en regiones, sugirió traer curriculums de conocidos para llenar los cargos nuevos e hizo hincapié en que el objetivo es "impedir que el jefe de servicio tome decisiones políticas". De más está decir que sólo dos de las cinco áreas estaban financiadas y las otras tres se cubrirían "bicicleteando" las primeras.

Este gobierno saliente, no tuvo malas cifras y eso es un logro. Su estrategia de "hacer caja" en todos lados (a sangre y fuego) rindió frutos. Pero la soberbia de tratar los ministerios como empresas, tuvo altos costos políticos que la ciudadanía no tardó en cobrarle durante las últimas elecciones.

No es posible convencer a la gente que las desigualdades y necesidades se borrarían por ley o mediante un programa nuevo (que sólo permitía inventar nuevos puestos y por ende, nuevos gastos)

Lamentablemente, entre los costos de esa estrategia de repartir todos las indulgencias y caramelos existentes e inexistentes, se cruzaban los odiosos operadores políticos de su campaña "popular". Esos activistas, que pedían el oro y el moro cuando los empresarios llegaron al poder, resultaron muy molestos para la administración gubernamental; sea porque necesitaban pega como cualquier mortal o porque en aquellas pegas que les inventaron, los operadores políticos del gobierno demostraban el mismo desprecio por las leyes y la caradura que los hizo perfectos para levantar propaganda contraria, pegar carteles, pintar muros y adueñarse a sangre y fuego de esos espacios (todo por conseguirle votos a sus candidatos) Ellos pusieron a prueba las habilidades, las excusas y la moralidad de sus políticos.

Así las cosas, no había mucha diferencia entre los políticos de turno y los sucios políticos que ellos decían combatir en sus eternas campañas electorales y publicitarias.










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