"cara de perro, Puchuncaví"

Mi tío Lucho, que hoy no está con nosotros, en vida me contaba sus historias. De entre ellas recuerdo vivamente la de su paso por la Escuela de Carabineros donde en la sección de caballería tenían problemas con estos animales resabiados, que en las mañanas salían resignados a la labor diaria, pero al atardecer, los caballos sabían que los esperaba la comida en las pesebreras. Así es que cuando se venía acercando el tropel, los caballos comenzaban a correr desafiando las habilidades del jinete. Uno de ellos, apodado como su ciudad de origen "Puchuncaví" no pudo frenarlo y acabó colgando de la montura mientras el animal bebía con la cabeza gacha. A la sazón el instructor le gritaba "cara de perro, Puchuncaví". La idea era que en ningún momento los uniformados podían expresar temor o algún otro gesto que mostrara debilidad; siempre "cara de perro". Obviamente, era ese un valor muy efectivo a la hora de imponer el orden.

(Primero vino la dictadura y tiñó todo con su atrincheramiento de víctimas y culpables, para definir quienes eran amigos y enemigos, luego el Nihilismo se apoderó de todo y los valores perdieron su sentido)

Pero volviendo a lo inicial, ayer mi hija me vió cara de perro. Estábamos en una videollamada por gmail para compartir el cumpleaños de la menor (de vacaciones en Arica) y yo en Ovalle, cuando yo estaba acostado, como a las 8 de la noche y ellas seguían en la mesa con la torta y "canapeses". Mi hija mayor dijo, te pareces al "Titán" cuando está echado mirando desde el patio.

La comparación era cierta; ya habíamos hablado durante la tarde y habiendo llegado más parientes, la mesa estaba llena de bullicio, risas y mastiques. Entonces sólo podía mirar, con mínimas intervenciones, acurrucado en mis almohadas.

La forma estaba clara, pero el fondo es mucho más oscuro. Desde la primera visión, que en Arica me hizo darme cuenta que había hecho una vida de sobrevivencia, como un perro de casa; ladrándole a los extraños, cuidando a las niñas, trabajando como "perro de paco" y al fin del día, esperando que me den de comer, para dormir hasta un nuevo día.

Hoy, en Ovalle, mi tierra; sigo trabajando, cuidando y viviendo como perro. No sé hasta cuando. Mi compadre Daniel dice que por reconocerlo, tienes el 50% de descuento y si lo facturas, puedes rebajar el iva, en fin...

...Debo recuperar la cuenta corriente de mi vida...




el goma ilustrado

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