1 de mayo

1 de mayo, día internacional del trabajo.

Lejos en el tiempo y la distancia están los luctuosos sucesos del 1 de mayo de 1886 en Chicago y sus tragedias posteriores. Lejos se ven esas luchas por “ocho horas de trabajo, ocho de reposo y ocho para la recreación”. Hoy parecen tan nuestras, tan normales y tan merecidas que cualquier lectura histórica nos suena a “ciencia ficción”, como si fueran historias inventadas o ajenas.

El penúltimo día de diciembre de 1993, una gran empresa avícola del Valle de Lluta cerró con cadenas los portones de la planta para que el último turno no saliera hasta que no se terminara la producción comprometida para entrega.

En nuestro pequeño “mundo de bilz y pap” importan otras cosas hoy en día. La ANEF se acordó de los empleados a honorarios que “debemos cumplir los deberes y obligaciones de los funcionarios públicos” sin tener los derechos de aquellos. Puso unas líneas en sus pliego de reivindicaciones y obtuvo paros masivos, pero hasta ahora no existe ninguna conversación, solicitud, ni mesa de diálogo que considere el tema de crear un escalafón en la Subsecretaría de Transportes. Demás está decir que beneficiaría a todos por igual sin las odiosas distinciones, pero parece que a muchos de nuestros colegas les simpatiza más la idea de no ser tan iguales y seguir consiguiéndose las mejoras con los méritos y los pitutos que cada uno guarda celosamente.

No es mi interés quitarle el puesto a Marcos Moscoso, pero ya que a nadie se le ocurriría una jornada de reflexión ¡Qué bolchevique, dios mío!. Yo, reflexiono solo con mi conciencia trasnochada y mi inconciencia porfiadamente humanista.

Cada Navidad le hacemos regalos a los niños porque conmemoramos que luego de nacer el Cristo, los reyes magos le llevaron regalos al redentor de su pueblo. Para nosotros, nuestros hijos son pequeñas esperanzas de un mundo mejor.

El dieciocho, es una fecha simbólica, pero recuerda las luchas y sacrificios de nuestros antepasados por lograr el reconocimiento de una nación independiente, libre y soberana.

Así entonces, cada fecha no es sólo celebración; es también conmemoración, léase “hacer memoria”. No es preciso cortarse las venas o ponerse a llorar, pero me parece sano recordar lo que ha costado llegar a donde estamos, valorar lo que ganamos o que otros ganaron para nosotros y asumir que falta mucho camino por andar. Así el feriado tiene un poco más de sentido, como tiene en nuestras culturas sentido el carnaval y la fiesta (fiesta, la canción de Serrat) De ese modo tal vez le quitemos un poco el sabor a “pan y circo” a estos días de “comer, cagar y dormir”

Pensando en fiesta, el mejor recuerdo que tengo del 1º de mayo es de cuando trabajé en la empresa de unos italianos: Para ese feriado nos citaron a los 22 trabajadores, a las 8 de la mañana en tenida deportiva y nos llevaron a un club náutico por todo el día. Allí nos festejaron con asado preparado por ellos mismos, hicimos todos los campeonatos de rigor, hasta practicamos tiro al plato. El dueño y su familia se dedicaron a hacer que la pasáramos bien. Como muestra puedo contar que sobró el trago, que fue servido por ellos mismos y que no nos dejaron tener los vasos vacíos en ningún momento. Pero esa es otra cultura; mejor dicho, esa es cultura.

el goma ilustrado

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