la guatia del desempacho


La guatia o huatia me producía una mezcla de anhelo y de angustia, parecida al delirio culposo por una mujer ajena. Soñada por tanto tiempo, añorada en miles de fantasías eróticas increíbles y arrepentida antes de tiempo por temor a cagarla (en todo sentido, por no cumplir las expectativas, por hecharlo a perder, etc.)

Eran más ganas que experiencia, hasta que le pregunté a Raúl Chura, hombre experto en esas lides (las de la guatia) y así logré celebrar mis cuarenta y cuatro con una guatia, gracias a su sabiduría ancestral y a mi inagotable adolescencia.

De esa titánica odisea transcribo aquí lo vivido, para que se entusiasmen los inexpertos y se solacen los que saben...

A continuación va la secuencia fotográfica de tan ansiada guatia:

Como "alguien" contrató un flete para botar los bolones que teníamos. A última hora, mi vecino y amigo Bonnie cooperó con sus piedras de guatia para el evento. ¡No te mueras nunca Bonnie!

El valiente Freddy, Jacqueline, el Tío Lalo y Pachy, en el calentamiento del hoyo. Si ven alguna mancha en la polera de mi primo Freddy, es porque salió corriendo cuando estalló una piedra y se bañó con media chela. De ahí aprendimos que las piedras se lavan antes con salmuera para evitar sorpresas.
 Para la foto mi prima Karla, Jacque, el debutante guatiador, Monse, Tío Lalo y Pachy.
 Poniendo piedras en la olla con carne
 Tirando las papas al agujero...
 Contemplando el agujero mientras mi compadre Manuel transpiraba la colocolina.
 Disposición de la alfalfa.
 Los sacos comprados en almacén "Belén"
 Con la guatia tapada y los cocedores deshidratados.
 Rehidratándonos en la sala de recuperación...
 Hora y media de cacho, mientras esperamos que se cueza todo.
El público expectante

Vamos al destape, más anhelado que el de la España post franquista, donde uno tiene que poner cara de que sabe lo que está haciendo...
Que no le vaya a caer tierra a la comida
Con la ayuda de Gabriela levantamos la alfalfa que también se anduvo cociendo
Hasta que llegamos a la carne, luego de tranto preludio y cerveza ¡Cómo sufrimos!
Micaela y Francesca, contemplan la escena con temor... "¿Cómo se les ocurre a estos viejos enterrar la comida?" En cambio mi hija Isidora lo toma con calma y descansa, acostumbrada a las excentricidades de su taita...
Y volvimos a tapar el hoyo, porque mi mamá me enseñó que después de jugar uno debe guardar los juguetes tal como los encontró.
Mientras tanto en la mesa, las señoras y señoritas que habián estado un poco ajenas a la contienda culinaria; impusieron su orden y distribuyeron los platos.
Las matriarcas de ambas familias: Mi tía María por los Díaz y la abuelita Grisalia por los Pérez de Arce.
Freddy aún expectante, el Pato Troncoso vencido por la fatiga y yo busco refugio en otro vinito. Este cuadro podría llamarse "angustia guateril" (algo parecido a la angustia que produce esperar la impresión de un documento lárgamente trabajado en el ordenador).

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